jueves, 2 de junio de 2016

¿Qué Queda Del niño Que Fuiste?


¿Qué clase de personita eras hace unos años? Tal vez eras una niña precoz e inquisitiva, o un niño plácido y soñador. Quizás te daba por la mecánica y desmontabas todos tus juguetes para ver cómo funcionaban sus tripas. O más bien eras de idear mil fantasías en tu cabeza que luego trasladabas al papel convirtiéndolas en relatos que ganaban premios en el colegio.

Mala cosa será si tienes que rebuscar mucho en tu memoria para recordar cómo era aquel niño que fuiste un día. Para lo bueno y para lo malo -que también lo tiene- creo que soy una persona que aún se deja llevar de la mano de aquella niña que aprovechaba cualquier ocasión para soltarse de la de su madre. Claro que con una madre como la mía, que amenazó con meterme en un convento el mismo día que nací (si sientes curiosidad tienes toda la historia en Por qué nos deben decir desde niños que somos guapos) tampoco eran de extrañar los repetidos intentos de fuga.


¿Qué Queda del Niño Que Fuiste?

No sé si te lo habrás preguntado alguna vez; yo sí, y en la lista que vas a leer a continuación aparecen algunas de esas cosas con las que la pequeña Mariola me recuerda que se resiste a marcharse de mi lado. Supongo que su misión es protegerme de que se me peguen todas esas manías que nunca le gustaron de los adultos, como las de no permitirse soñar o inventar juegos nuevos.

¿Qué queda en mí de la niña que fui?

-Mi pasión por escribir. Creo que lo hago desde que aprendí a juntar letras, palabras y frases.

-La necesidad de jugar con otros niños.

-El entusiasmo por escuchar una buena historia.

-El asombro por el poder de la magia.

-La fascinación por los duendes, responsables de esos encuentros y sincronías difíciles de explicar.

-El convencimiento de que un ángel (o varios) de la guarda cubren mis espaldas.

-La curiosidad. No conozco a nadie que haga tantas preguntas como yo.

-La adicción al chocolate. Nunca lo comparto, ni siquiera con otros niños.

-La dermatitis. Probablemente mi obsesión con el chocolate venga de aquí. Cuando era pequeña me tenían que meter en la cama con los brazos y las piernas vendadas para que no me destrozase la piel al rascarme. Entre las cosa que el médico me prohibió estaba el chocolate, que mi madre tenía que esconder para que yo no lo comiera.

-El odio a los números y a las matemáticas. Nunca se me dieron bien; lo mío era dibujar y escribir cuentos.

-La inclinación a explorar. Cuando era pequeña mis padres se llegaron a plantear la necesidad de comprar una especie de arnés para mantenerme sujeta y que no pudiera desaparecer de su vista a cada momento. Ahora, cortos o largos, los viajes me sirven como terapia, son mi vía de al escape.

-La afición a la lectura. Cuando de pequeña acabé con todos los libros para niños que había en casa comencé a leer las novelas que tenían mis padres. Sinuhé el egipcio fue una de ellas y estoy segura de que tuvo mucho que ver en el nacimiento de mi pasión por el Antiguo Egipto, que desde entonces no ha hecho más que crecer.

-La vena cómica: soy increíblemente capaz de hacer el payaso en cualquier parte sin que me importe un comino lo que piensen los demás.


¿Qué queda en ti del niño que fuiste?


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11 comentarios

  1. Pues lo primero la adicción al chocolate Mariola que es mi desayuno de todos los días, una taza de chocolate negro, hecho con agua, si le pones leche lo has matado!!! con un par de tostadas una excelente manera de empezar el día!!!! es mi desayuno de toda la vida!!!!! A mi jamás intentaron meterme en un convento, fui la primera hija, la primera nieta, la primera sobrina, la primera de todos los amigos de mis padres que tienen una hija, en fin... "la reina de los mares" ja ja ja y eso marca!!!!!!


    Besos

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  2. En mi caso, afortunadamente, también queda mucho, incluso a veces creo que más que cuando era niña. Besos!

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  3. Me ha encantado la entrada... en mi caso también queda mucha niña dentro, creo que esa sensación de inocencia y el sentarme a escribir e imaginar.
    Un beso.

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  4. jajaja, me ha encantado el post Mariola, como siempre! Yo también creo en mi ángel de la guarda... ;-D
    Besos rojos por doquier y no crezcas nunca!!

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  5. En mi caso, los viajes. Con tan solo 8 años estábamos pasando un verano en Uruguay, en esa época vivíamos en Brasil, le dije a mi madre que yo me iría del país cuando fuera grande, jaja mi madre siempre lo recuerda. La lectura igual, acabe con los libros infantiles de la biblioteca infantil que solía ir, que mi madre me hizo socia y me pase a la de adultos con 10 años. Y curiosa soy un rato, me encanta saber cosas nuevas y ver mundo, en cuanto mas países viva mejor y van 7 ya.
    besitosss que nunca muera nuestro niña interior.

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  6. En mi queda la lectura, la facilidad para evadirme y distraerme sola. De niña iba muy a mi bola y lo sigo haciendo.

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  7. Muchas,muchas cosas quedan en mi de mi yo niña, creo que soy una versión mejorada de mi versión infantil, jijijiji. Besos

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  8. Me ha encantado el post. Yo la verdad que siempre seré una niña, cumpla los años que cumpla. Un besito corazón. Te invito a visitar mi blog.
    lassietemaravillasdeamanda

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  9. Cada vez me queda menos y es una pena
    Un besote

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  10. Un precioso post Mariola...

    Es triste pero los problemas, el trabajo, el estrés y un sin fin de cosas hacen que enterremos a ese niño que todos llevamos dentro.
    Yo lo suelo sacar por momentos, pero reconozco que los duros golpes lo han ido menguando. A ver si lo dejo salir más a menudo verdad?
    Un abrazo.

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  11. Las ganas de disfrutar de la vida por encima de todo... es algo que he recuperado después de mucho tiempo.

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