Dicen
que Marilyn no tenía ni una sola foto mala. Siempre salía bien. Siempre. A los
19 años y a los 36. Maquillada o sin maquillar. De frente o de perfil, de
espaldas o tumbada. Era capaz de desprender una luz especial que la cámara
adoraba, tanto en los escasos momentos en los que fue feliz como en los
que -la mayoría- su atormentada mente no le daba tregua.
Salía
bien incluso cuando estaba hasta las cejas de champán y de barbitúricos, como
en la célebre “Última Sesión” que realizó Bert Stern en 1962 para Vogue: 2571
contactos de los que Marilyn descartó, tachándolos con trazos rojos, los que no
le parecían perfectos. Con el tiempo también esas fotos censuradas por el mito
fueron publicadas y cuando las ves no puedes evitar preguntarte: ¿pero qué
tenían de malo? ¡Si está tan preciosa como en todas las demás!
Marilyn,
¿cuál era tu secreto?
¿qué hacías para salir siempre tan cautivadora en las
fotos?
La
explicación más extendida es que lo suyo con la cámara era pura magia, algo que
sólo sucede con un puñado de elegidos. Como si tuviesen una relación de
adoración mutua inquebrantable, Marilyn se ofrecía entera, enamorada, y la
cámara a cambio, le devolvía ese amor con creces. Quizás la verdad sobre
Marilyn Monroe, la respuesta al complejo e irresoluble puzzle que era su
personalidad, sólo puede atisbarse a través de los cientos de imágenes, posadas
o robadas, que hay de ella. Y puede que por eso nos sintamos inevitablemente
fascinados ante cualquier fotografía suya.
Sin
embargo, para todos los demás salir bien en las fotos no tiene nada de mágico,
más bien pasa por aprenderse una serie de trucos que conocen bien los
fotógrafos y las modelos:
-Lo
primero es no olvidar nunca que el buen resultado de una foto depende,
fundamentalmente, de la luz. Una mala iluminación y estás muert@. Así que
averigua dónde está la luz e intenta que nunca te venga desde abajo ni desde
arriba, sino que vaya justo directa a ti.
-Evita
que se produzcan sombras sobre ti: si las fotos van a ser en exterior, mejor
hacerlas por la mañana o en las últimas horas de la tarde. Nunca, en la medida
de lo posible, te hagas fotos a mediodía (de 12,00 a 14.00).
-Estudia
qué ángulos funcionan mejor con tu cara. Hazlo frente al espejo o pasando un
rato en un foto matón. Todos sabemos que se les llama “foto matón” por algo,
pero piensa que no se trata de obtener las mejores fotos de tu vida sino de
utilizarlo para experimentar con diferentes ángulos de tu cara.
-Inclina
la cabeza, mira a la cámara, y sonríe. Casi nadie puede salir mal en una
foto cuando sonríe. Ni siquiera Quique San Francisco.
-Para
alargar visualmente tus piernas, apunta una hacia el centro del cuadro.
-Echa
siempre los hombros hacia atrás.
-Observa
que al hacerte la foto no “te corten” por las rodillas, los tobillos o la cintura.
-Mantén
la boca ligeramente abierta, lo suficiente para que se vean un pelín los
dientes delanteros.
Esto hará que tus labios parezcan más gruesos.
-Baja
los párpados y ábrelos justo cuando la cámara haga clic, así tus ojos se verán
más grandes.
-No te
pongas como objetivo salir en las fotos como las modelos de las de las
revistas. Recuerda que hay grandes fotógrafos detrás, maquilladores
profesionales, un equipo técnico de iluminación y horas y horas de trabajo.
Además, aunque todo el mundo tiene sus pequeños defectos, ya sabemos que en las
revistas son borrados, corregidos y retocados con ordenador, ¡así que relájate!
¡Y sonríe!
Ahora
vamos con unos consejos para cuando te toque a ti ser “el fotógrafo”. Esto es
lo que debes tener en cuenta:
-Haz que la persona a la que vas a fotografiar se ponga
justo en frente de ti. Luego gira su cuerpo unos 10 grados hacia un lado y dile
que mantenga la cabeza un poco inclinada hacia abajo. Levantándola no parecerá
más alta, de hecho puede que lo único que consiga sea una doble papada.
-Antes
de apretar el botón, levanta los ojos y mira a la persona a la que vas a hacer
la foto, es la forma de humanizar el proceso para que la otra persona se
relaje, ya que estará interactuando contigo y no con una cámara.
-Saca
siempre más de una foto de cada “pose”, así conseguirás que por lo
menos una sea la buena.
-No te
acerques demasiado, no es necesario verle todos los poros de la piel.
-Cuidado
con las manos y con los pies, dile que los “esconda” un poquito, ya que
debido a la perspectiva, cualquier cosa que esté muy cerca de la cámara se verá
más grande.
-Por
último, lleva siempre una cámara contigo –también vale la de tu smartphone-
para “capturar el momento”. No sólo mejorarás tu técnica, sino que también tu
pareja, tus amigos y tu familia se irán acostumbrando a salir en las fotos y
esto les ayudará a encontrar su mejor ángulo.
Entre
los coffe
table books–ya
sabes esos libros de gran formato y tapa dura donde el diseño y las imágenes
son más importantes que los textos- que tengo en casa hay uno que me gusta
especialmente y que menciono porque viene muy a cuento con el tema de este
post.
Se
llama “But
That’s Another Story”
y es una retrospectiva de la obra de Milton Greene, uno de los grandes
fotógrafos del SXX. Greene trabajó para revistas como Vogue y Life, y tanto sus
fotografías para editoriales de moda –en este libro hay unas cuantas de los
años 50- como los retratos que hizo a montones de celebridades –también
aparecen imágenes de Frank Sinatra, Cary Grant, Sofia Loren, Barbra Streisand,
Tippi Hedren…- son una auténtica maravilla. Hay un capítulo especial dedicado a
Marilyn; Milton Greene y ella fueron muy amigos y algunas de las instantáneas
más inolvidables de la actriz se las hizo él.
Y a ti, ¿se te da mejor salir en las fotos o hacerlas?
Me
despido hasta el próximo post. Y no lo olvides, strike a pose!
Fotos: Via Mariola Azores on Pinterest